En esta civilización de las pantallas, preludio de una inminente era post-humana, en lugar de pinturas rupestres, cuadros o fotografías, la única obra de arte que se valora es el emoticono. Cabe preguntarse: ¿cómo diablos hemos llegado hasta aquí? Básicamente, dejando que los maestros, y sobre todo los pedagogos, igual que los cocineros minimalistas, se crean artistas de vanguardia.