En todos los discursos de Azaña, en toda su praxis, hay una intolerancia y defensa de la virtud republicana que recupera la divisa “No hay libertad para los enemigos de la libertad” de la convención francesa en 1792. ¿Era consciente que detrás de esa virtud republicana estaba el terror? Gabriel Albiac ha analizado fantásticamente este supuesto en Diccionario de adioses.