El afán por asignar a Chesterton el título de ‘magister laetus’ pretende tener una razón de ser menos evidente que la gracia de su estilo o su facilidad para la paradoja, quiere fundarse en la alegría incontenible que brota de esa fuente trascendente, una fuente que se encuentra a un nivel de realidad infinitamente más profundo que el indudable gozo de su estilo. Si quieren contrastar estos sumarios atisbos no tienen más que volver, un año tras otro, sobre los ejemplares que la editorial Encuentro nos ofrece y arroparse con las páginas de elemental bondad que salieron de la pluma del más alegre de los maestros de nuestro tiempo.