Y con el acierto que le caracterizaba decía cosas que hoy siguen siendo válidas: que en los memes (en las conversaciones privadas) se dicen más verdades que en los grandes periódicos, mediatizados por complejos intereses; que el anonimato era cosa de poca hombría, que los artículos deben ir firmados; o que las omisiones podían ser tan perturbadoras como la mentira directa… Nunca bajaría la cerviz frente a conceptos hoy ya gastados como el de «progreso», que siempre le pareció absurdo. Defendió cosas que siguen siendo válidas frente a las modas pedagógicas que vienen y van.