Critica el autor la ola nostálgica que nos invade, donde se añora la vida de nuestros padres. Le parece que se olvida el «aburguesamiento ochentero» que la caracterizaba, para el que «una familia numerosa, una vocación religiosa, o una carrera de corresponsal de guerra eran igual de imprudentes». Su apuesta pasa por recuperar formas de vida compartida que nos ayuden a rescatar la concepción del otro como realidad y de nosotros como relación.