El balance de Laínz es inequívoco: como experiencia democrática, la II República fue un episodio lamentable, un fracaso sin paliativos, y ello no por conspiraciones de la derecha, sino muy fundamentalmente por las aspiraciones revolucionarias de la izquierda. Por consiguiente, toda la retórica socialista, comunista y separatista acerca de la II República y el Frente Popular es una gigantesca mentira.