El mismo siglo XX que Riccardi denomina el “siglo del martirio” también ha sido denominado como “el siglo de la ideologías” (J. P. Faye) o “el siglo sin Dios” (A. Muller-Armack), trinomio fatídico en el que late una tremenda conexión causal. Al volver el hombre la espalda a Dios, no es que deje de creer, es que pasa a idolatrar cualquier otra cosa en su lugar, como advirtiera Chesterton al comienzo del siglo XX. El lugar de la religión fue ocupado por ideologías totalitarias que funcionaron como religiones sustitutorias y que sacralizaron el Estado, el Partido o la Raza, a la vez que demonizaron a quienes amenazaran con su fe los dogmas de una política elevada a religión.