El deseo universal del conocimiento

Hitz defiende -en mi opinión, acertadamente- el valor universal tanto del contenido del conocimiento como de la propia sed de saber que anida en el corazón de todas las personas, con independencia de su origen, raza, clase social u orientación sexual; «si no tuviéramos todos en común una base de humanidad, no podríamos encontrar el sentido a nuestras profundas conexiones personales» (pág. 79). No se me ocurre una afirmación más hondamente humanista que esta. En unos tiempos en que las particularidades de cada minoría (real o artificial) se anteponen a su pertenencia a una misma comunidad, recordar que todos somos humanos y «si nos pinchan, sangramos» parece casi una provocación. Pero una provocación necesaria.