Ahora no existen ni la figura del ciudadano ni la del súbdio, sustituidas por la del sospechoso mediante la infinita red de leyes, decretos, órdenes, etc., de todo tipo, sean estatales, autonómicas, provinciales, municipales o de poderes influyentes, de obligado cumplimiento en la que encuentran enredados los españoles: inmersos en una jaula enjambre legal de normas coercitivas, son automáticamente sospechosos de multitud de delitos y faltas que ignoran.