Juan Orellana y Jorge Martínez Lucena nos proponen una apasionante reflexión: el narcisismo propio de nuestro tiempo, reflejado en las pantallas de cine, no es más que el producto de una mala interpretación del mismo ideal de la autenticidad; aquel que el ser humano busca en la alteridad con la firme esperanza de dar un sentido definitivo a su existencia.