El padre Pepe no es un cura-antimafia. Sólo es un sacerdote, nada más. Misas, bautismos, procesiones y una pequeña comunidad cristiana formada por cartoneros, trabajadores precarios, desocupados y hombres y mujeres del pueblo, que con el tiempo ha ido creciendo, y mucho. Un testimonio de Cristo vivido con humildad y alegría, haciéndose prójimo de las personas más pobres y marginadas.