Un día, Chesterton, paseaba pensando en cosas tremendamente agudas que le había comentado el padre O’Connor, y se encontró unos jóvenes estudiantes que hablaban entre sí acerca de cómo el clero vive “encerrado en su claustro y no sabe nada de la verdadera maldad del mundo”. Chesterton soltó una carcajada y vio brotar un proyecto.