Grandeza profética, espiritual y doctrinal, pastoral y misionera del Concilio Vaticano II.

Le Guillou es un dominico que estudió y enseño en la prestigiosa escuela de teología de Le Saulchoir. Interesado por el movimiento ecuménico, en el contexto de lo que se conoció como “nueva teología”, fue invitado como perito por los obispos franceses al segundo periodo del Concilio. En la línea de teólogos como de Lubac, Balthasar y el propio Ratzinger, este dominico propone una hermenéutica del Vaticano II que recupere las grandes intuiciones del mismo, más allá de la lectura utilitarista e inmediatista que prosperó en el inmediato postconcilio. De hecho, esta obra salió a la luz en el año 1967 y es publicada de nuevo ahora después de un detenido proceso de corrección del aparato crítico de la misma. La clave de lectura, como el propio nombre indica, se encuentra en la categoría de “rostro”. Se trata de una categoría altamente sugerente que tiene una innegable raigambre bíblica y que ha sido reivindicada especialmente por el pensamiento filosófico judío en la persona de E. Levinas. Le Guillou propone una relectura de los textos del Concilio atendiendo al rostro. En definitiva, es a través del rostro como se hace verdadera la presencia del “otro” en la propia vida. Así, rostro es una realidad unida indisolublemente a la categoría de revelación o manifestación. De esta manera, el Concilio es releído en una clave estrictamente teológica, más que eclesiológica, donde el elemento cristológico es esencial al espíritu de lo que proponen los Padres conciliares. Así, Jesucristo aparece ante el mundo como la revelación suprema del verdadero rostro de Dios, al tiempo que la Iglesia ha de mostrar en su rostro la permanente presencia del único Señor que la convoca y la llenade vida.