Criticar la idea de los derechos humanos requiere mucho valor: tienen la aureola de lo sagrado. Lo que hace Grégor Puppinck en su formidable «Mi deseo es la ley», publicado por Encuentro hace unos meses, no es atacar el concepto mismo de los derechos, sino su ideologización reciente, que se manifiesta en la constante adición de “nuevos derechos” que suponen la inversión de los originales.