Juventud, divino tesoro

Dios había hecho de su vida «una aventura». A cada giro de cotidianidad le aguardaba la eternidad. Sus amigos pasaron a ser compañeros de una misión insustituible. Su novia llegó a despertar en él una «nostalgia inmensa» que nunca dejó de remorderle el corazón. Sediento de más, entró en el seminario. Quiso tocar a Dios con las manos y que los demás pudieran tocarlo con él.