La expresión “etsi Deus non daretur” no es tanto una afirmación atribuida a Hugo Grocio como un lugar común del pensamiento moderno que han ido suscribiendo filósofos y teólogos, como si la hipótesis de Dios fuera una rémora para el ejercicio de la razón. En este sentido, si por algo se caracterizaron las enseñanzas de Benedicto XVI, fue por sugerir que la fe era como un engranaje terapéutico que, además de inspirar la cultura, podía muy bien servir para ampliar y dilatar la racionalidad esquilmada –y herida– de los últimos siglos.