Estas historias no creo que estén solo destinadas a los creyentes, pues me parece que a muchos de los que han dejado de serlo, pero que fueron educados en la tradición y la cultura católica, les recordarán ritos de la infancia gratos, vividos en familia o con los amigos más cercanos, en donde se come y bebe copiosamente, no faltan los dulces, ni los turrones, mantecados, mazapanes, piñones y peladillas, y donde se cantan villancicos y se goza de la conversación.