Este es un breve tratado que escribió Newman en 1865 dirigiéndola a su amigo Edward Pusey como respuesta al largo volumen escrito por este con el título «Eirenicon». La carta fue redactda en nueve días y su objetivo no era otro sino mostrar la legitimidad del puesto que María ocupaba en la teología católica. (…)En él aparecen, no solamente los conocimientos que Newman tenía de la teología patrística, sino la profundidad espiritual de la teología que el propio Newman practicaba.