Los catorce pedagogos analizados por Viguerie, como los tantos otros intelectuales que aborda Johnson tienen en común esa ausencia de contacto con el suelo; ausencia de contacto con la máxima realidad de la educación: el niño, el alumno.
Desde Erasmo hasta los pedagogos de la Nueva Educación, pasando por Comenio, Pierre Nicole, Bernard Lamy, Locke, Rousseau, Condorcet, Considérant, y otros -algunos inesperados hacia el final del libro-, los utopistas han creado sus modelos teóricos sin tener en cuenta la naturaleza preexistente del niño. Para los pedagogos de la utopía, la educación crea al hombre, el educador lo modela para que sea tal. Pero no, el hombre no es producto de la educación, pues lo que lo define viene dado de suyo. La educación, si acaso, mejora lo que el hombre puede dar de sí, sobre la base de lo que ya es.