Especial interés tiene la derivada religiosa de todo aquello, pues los soldados españoles eligieron la iglesia de este pequeño pueblo para defenderse. «Siempre hubo un franciscano en Baler, en los más de tres siglos de presencia española», dice el escritor. En el momento en que el destacamento español se encerró en la iglesia a esperar refuerzos, el párroco, fray Cándido Gómez, se encontraba apresado por los katipuneros –los rebeldes filipinos– pero en cuanto se repuso volvió a Baler a cuidar el ánimo de la tropa. «Les hacía rezar el Rosario a diario y les daba palabras de esperanza. No fue nunca un personaje pasivo, sino que estuvo muy implicado en la cohesión del grupo y en el objetivo de mantener la moral de los soldados», asegura Valbuena.