«La aparición de un Sumo Pontífice como Francisco ha sido un benéfico puñetazo que el Espíritu Santo nos ha dado».
Con reiterada insistencia se ha escrito que el cardenal Angelo Scola, arzobispo emérito de Milán, fue el contrincante del Papa Francisco en el último cónclave. Un hecho que, al cardenal Scola, le ha acarreado una cierta marginación eclesial al considerarle el cardenal nostálgico de los papas precedentes, el candidato del pasado. Un estereotipo que se aplica con demasiada frecuencia en la Iglesia y que así evita, para quienes lo utilizan, el sano ejercicio de salir de sí mismos.