Por muchos motivos. Antes que nada, por su estilo. Llano, natural, franco, pero repleto de consideraciones y de color. Ratzinger se muestra aquí no sólo como hombre humilde, sino agradecido. Habla de su vida con agradecimiento por el don de la fe, y mirando hacia el Sur. Hacia Austria y hacia Roma. Hacia la cultura clásica y el cristianismo, con un cariño sereno hacia su tierra tudesca.