La Ley de Memoria Histórica, ahora Democrática, parte de un mito: que la Segunda República fue un régimen democrático, pacífico y libre. No fue así. Desde su origen, el golpe de Jaca (1930), fue dejando un reguero de víctimas. El pronunciamiento de Jaca condensa el talante de muchos republicanos socialistas y comunistas durante todo este periodo:
«Todo aquel que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la república naciente, será fusilado sin formación de causa».
En pocos años (1931-1936) el «todo aquel» se generalizó de tal forma que fueron señalados como «enemigos de la República«