Y lo que le sucede a la Iglesia nos sucede también a cada uno de nosotros en particular. Sus peligros son nuestros peligros. Sus combates son nuestros combates(…) Que la sal se puede desazonar es cosa que nos repite el Evangelio. Y si vivimos —me refiero a la mayor parte de los hombres – relativamente tranquilos en medio del mundo, esto quizá sea debido a que somos tibios.