Las democracias europeas y el proyecto mismo de integración tienen ante sí retos formidables en nuestros días. Afrontarlos resulta una tarea ineludible, que requiere un gran esfuerzo intelectual y político. En estos tiempos de crisis no está de más recordar y revindicar la obra de algunos «padres fundadores» que pusieron en marcha en aquella Europa desolada tras la segunda guerra mundial un proyecto fecundo, anclado en las raíces de nuestra civilización y asentado en los valores en los que pueden pervivir las democracias.