(…) para este jesuita, la verdadera amistad no era un sencillo compadreo ni mera camaradería. Aquí no se nos habla de una mera relación humana, sino de una amistad que «busca al otro porque viene de Dios y porque su intimidad tiene un propio fundamento en la Intimidad [sic]. De esta manera permanece escondida en el misterio de Dios, que es amor».