Salvar la vida intelectual

Hitz identifica al “intelectual profesional” como una persona apasionada que termina desanimada por las condiciones en las que realiza su trabajo. Descubrió que las discusiones académicas consistían en una lucha de egos, en una competición contra los compañeros que escondía tanto el miedo al fracaso como el ansia de prestigio y de ser alabado.