El propio título del libro resultará conocido al lector, porque Henri De Lubac utiliza habitualmente la imagen de la paradoja no solo como un ejercicio de retórica, sino, sobre todo, para ilustrar cómo la Iglesia es, al mismo tiempo, humana y divina, llena de contrastes, de incoherencias y, a la vez, imprescindible para la sociedad y la cultura. En palabras del autor, cualquier intento de apartar a la Iglesia del mundo termina por empequeñecerla y esterilizarla, de ahí la necesidad de un catolicismo vivo y cotidiano, que ayude a la fe a abrirse con esperanza hacia el futuro.