Vivir de espaldas a la muerte nos convierte en una sociedad infantilizada y superficial.
Nos creemos la sociedad más ilustrada de la Historia; en realidad, somos la más infantil y superficial, pues hemos renunciado a encarar el problema más importante: como los niños, nos limitamos a taparnos los ojos, pretendiendo que así el peligro se desvanecerá.