Su visión de la integración entre filosofía y teología resuena todavía hoy, ambas deben estar abiertas la una a la otra; “sin filosofía no hay teología” y probablemente toda verdadera filosofía es metafísica, es decir, búsqueda de un fundamento. Esta apertura significa para la teología encontrar las semillas del verbo que se encuentran en toda filosofía, incluso en aquellas que se confrontan más duramente con el cristianismo, una actitud distante de la querella de escuelas y de la pretensión de constituir una filosofía cristiana de molde único.