Luchar contra la tentación, y vencerla, de hacer que el mundo gire en torno nuestro. Nuestro instinto de supervivencia gira siempre alrededor del yo. Salir al encuentro del otro demanda descentrarse. Se trata de aprender a «pasar al otro» y salir de sí mismo, de la prisión del ego. Si este paso no se da estamos en un permanente volver a empezar cada vez más decepcionante y penoso.