Es algo así como el Evangelio de San Marcos pasado por la pluma mágica del escritor, quien hace de Marcos un discípulo de Cristo al que le habría encargado que le siguiera y contara para la posteridad sus tres años de vida pública a partir de su bautismo, en las aguas del Jordán, por Juan el Bautista. La realidad es que no se sabe que Marcos fuera discípulo de Jesús, sino más bien de San Pedro y San Pablo (acaso también de San Juan) y que fueron éstos quienes le contaron la vida y milagros del Nazareno. Es un asunto que nada incide en la bella creación literaria y en la fidelidad evangélica del relato.