¿Es compatible el liberalismo con el fondo moral del cristianismo? Algunos pensarán que esa pregunta es hoy todavía más acuciante que en el pasado mes de marzo, por decir algo, pero se trata, en cualquier caso, de un asunto medular, porque no hay que ser un erudito para estar al tanto de los encontronazos y condenas con que tropezaban los liberales del XIX a nada que se acercasen a una parroquia. Contreras explica correctamente el enrocamiento antimoderno y antiliberal de figuras clave como Gregorio XVI y Pío IX, en función del clima anticristiano en el que se dieron algunos de los liberalismos europeos en el XIX. Pero más importante que esa explicación histórica es la convicción de fondo de Contreras de que la democracia liberal no hubiera podido surgir en ningún otro clima cultural e intelectual que el propiciado por el cristianismo, de modo idéntico a la deuda que la propia ciencia moderna tiene con la imagen inteligible del mundo propiciada por una fe que no reniega nunca de la razón porque la considera un don de Dios.