Con estas sorprendentes palabras, el pensador italiano, cuyas inquietudes recuerdan a Ortega, analiza los síntomas de agotamiento carnal y espiritual, que vive el hombre contemporáneo, abrumado por la propaganda cuya influencia bloquea, dificulta o impide el resurgir de una verdadera personalidad que está escrita en el corazón de cada hombre.