Me permito sugerir, sobre todo a los responsables de instituciones eclesiales y a los agentes de pastoral, que lean detenidamente todas sus páginas. Es posible que lleguen a la misma conclusión del autor: que la comunicación, la información y la opinión en y sobre la vida de la Iglesia y de los creyentes, y sobre sus relaciones con la sociedad afectan al núcleo de su naturaleza y a la sustancia de su misión.