Pienso que el arquitecto de nuestro texto, Luis Ruiz del Árbol, se ha empeñado en proponernos los planos de una catedral en la que todos podríamos reunirnos si estuviéramos dispuestos a implicarnos de manera conjunta en su construcción. Un templo en el que custodiar lo que haya funcionado y acoger los nuevos retos que el mundo, en sus constantes transformaciones, nos plantea