Potok te devuelve a la lectura primordial. A esa experiencia que a veces llega en la adolescencia y luego se suele perder. La que convierte a los personajes de una novela en compañeros de la vida real, amigos de pensamientos y sentimientos; la que transforma el tiempo y absorbe los espacios; la que te ensancha, te cambia, la que te saca de las estrecheces de tu propia mente y de la cicatería de tus sentires, la que no deja las cosas como estaban, la que te suspende en un suspiro inacabado.