Uno de los grandes espejismos de 1978 fue la reconciliación. Si bien la derecha, proveniente en su mayoría del aparato franquista, se la creyó de buena fe, la izquierda no, aunque lo supo disimular muy bien.(…)
Hoy ya solo un ciego voluntario puede negar que el artículo 2º y Título VIII de la Constitución regulan el suicidio de España.