La dificultad para vivir hoy la fe reside fundamentalmente en la ruptura que el hombre ha hecho consigo mismo, es decir, con su interioridad. La crisis de la interioridad, típica de nuestra cultura moderna, dificulta que el hombre se encuentre consigo mismo y recapacite sobre el sentido de la vida y su destino. Este es el meollo, por ejemplo, de los encuentros de Jesús con Nicodemo y la Samaritana. Según un exegeta moderno, Jesús les desafía a superar el nivel de superficialidad en que viven, les invita a elevarse hacia el mundo superior del que él viene. Este es el desafío de la fe: entrar en el ámbito propio de Jesús, del mundo de Dios, que es la verdad que da consistencia a todo.