Las reflexiones ofrecidas en los Ejercicios Espirituales que el autor dirigió a los miembros de esta Fraternidad entre los años 1985 y 1987 nos proporcionan su interpretación de la aventura humana como un trayecto que, a pesar de su fugacidad, gracias a la fe, puede ser regenerado de manera continua y que, no obstante su precariedad, puede crecer y renovarse, florecer y dar frutos porque la vida de fe nos abre múltiples posibilidades para vivir el instante y para resucitar una y otra vez.