En este gran clásico, de carácter programático, del padre De Lubac se perfilan los dos rasgos esenciales de la realidad católica. Por un lado, la dimensión «social» --la solidaridad universal como acontecimiento salvífico de la humanidad-- y, por otro, la dimensión «histórica» --la significación de la temporalidad y de la historia--.
El plan divino de la creación y redención es uno, como una es también la humanidad en cuanto realidad creada. La Iglesia fundada por Cristo está comprometida con la obra de unificación de la humanidad, dividida por el pecado y el egoísmo; en ella se inaugura la reconciliación universal.
La dialéctica permanente entre persona y comunidad y entre inmanencia y trascendencia definen su ser y su obrar como sacramento de Cristo en el mundo. La Iglesia, igual que el hombre real, debe ser visible y tangible, al mismo tiempo que invisible y espiritual. Igualmente, no se pueden separar salvación del género humano y salvación individual.
«La existencia socialmente más perfecta y más dichosa que pueda imaginarse sería sin duda la cosa más inhumana del mundo, si no estuviera acompañada de una auténtica renovación de la vida interior; de la misma manera que la vida interior no sería más que pura mistificación si se replegara sobre sí misma en una especie de egoísmo refinado».
(Hans Urs von Balthasar, El cardenal Henri de Lubac)
A propósito de una nueva edición española de «Catolicismo»
Si en el entusiasmo del inmediato posconcilio algunos buscaban distinguir entre la Iglesia del Vaticano II, y la de Trento y Pío X, el P. de Lubac hace notar que hay, al menos, un abuso en el lenguaje, acusando las discontinuidades en detrimento de lo esencial, que permanece. Más grave aún para él, es el considerar el Vaticano II como un punto de partida absoluto, que haría inútiles las enseñanzas anteriores. H. de Lubac es perfectamente consciente de que esta actitud y este lenguaje corren el riesgo de ser un menosprecio por el principio mismo de la Tradición.
Publicado en Raco por Juan Ramón La Parra
Que la sal se puede desazonar es cosa que nos repite el Evangelio
Y lo que le sucede a la Iglesia nos sucede también a cada uno de nosotros en particular. Sus peligros son nuestros peligros. Sus combates son nuestros combates(...) Que la sal se puede desazonar es cosa que nos repite el Evangelio. Y si vivimos —me refiero a la mayor parte de los hombres – relativamente tranquilos en medio del mundo, esto quizá sea debido a que somos tibios.
Publicado en Comunidad fronteras abiertas Euskadi
Autor
Henri de Lubac
Henri de Lubac (1896-1991), miembro de la Compañía de Jesús desde 1913, fue ordenado sacerdote en 1927. Fue profesor de Teología fundamental y de Historia de las religiones en las Facultades Católicas de Lyon, y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas (Institut de France). Fue perito del concilio Vaticano II, participando desde sus inicios en la Comisión preparatoria. Posteriormente fue miembro de la Comisión Teológica Internacional. Juan Pablo II lo creó cardenal en 1983.