La enigmática figura de Joaquín de Fiore ha suscitado escaso interés entre los historiadores de la exégesis y de la teología. Sin embargo, este monje, fundador de una orden religiosa y amigo de los papas, fue el iniciador de uno de los movimientos espirituales más amplios y significativos en la historia de la Iglesia. Su espera de una tercera edad, en la que el reino del Espíritu sucedería al reino de Cristo y la Iglesia institucional sería sustituida por una "nueva Iglesia" en la libertad de la contemplación, ha dejado tras de sí toda una estela de discípulos, siempre más o menos bastardos, a veces inconscientemente, de su ascendencia.
Esta larga posteridad espiritual del abad de Fiore constituye el objetivo de este libro. En él se siguen paso a paso los múltiples y desconcertantes avatares de un sueño milenarista que está en el origen de no pocas desviaciones del pensamiento occidental.
Esta obra es ejemplo de la agudeza y profundidad del teólogo De Lubac
"La razón de dar noticia de este libro no es presentarlo, sino compartir la satisfacción de que esta obra haya sido reeditada por Ediciones Encuentro y aprovechar la ocasión para volver a reflexionar sobre un teólogo y una obra de dimensiones excepcionales.
Esta obra de De Lubac puede considererse un clásico de la literatura teológica del siglo XX y un punto de referencia necesario para quien quiera aproximarse por un lado u otro, a la gran corriente de la historia de las ideas teológicas en su desarrollo constante y en su relación con las ideas filosóficas, sociales, políticas"
Publicado en Scripta Theologica por Miguel Lluch
Autor
Henri de Lubac
Henri de Lubac (1896-1991), miembro de la Compañía de Jesús desde 1913, fue ordenado sacerdote en 1927. Fue profesor de Teología fundamental y de Historia de las religiones en las Facultades Católicas de Lyon, y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas (Institut de France). Fue perito del concilio Vaticano II, participando desde sus inicios en la Comisión preparatoria. Posteriormente fue miembro de la Comisión Teológica Internacional. Juan Pablo II lo creó cardenal en 1983.