¿Por qué deberíamos considerarnos cristianos? Hoy somos liberales y, por consiguiente, no necesitamos dirigirnos al cristianismo para justificar nuestros derechos y libertades fundamentales. Somos laicos y, en consecuencia, podemos considerar las fes religiosas como creencias privadas. Somos modernos y, por tanto, creemos que el hombre debe hacerse a sí mismo, sin necesidad de guías que no procedan de su propia razón.
Y eso sin contar otras cosas. En Europa estamos hoy por la unificación y, en consecuencia, debemos evitar dividirnos mencionando el cristianismo entre las raíces de la identidad europea. Estamos integrando en nuestra propia casa a millones de musulmanes y, por tanto, no podemos pedir conversiones en masa al cristianismo. Estamos atravesando en nuestras sociedades occidentales por la fase de la máxima expansión de los derechos y, en consecuencia, no podemos permitir que la Iglesia interfiera y ponga obstáculos al goce de los mismos. Etcétera.
En este libro Marcello Pera refuta todos estos por tanto y en consecuencia desde una posición laica y liberal, que se dirige al cristianismo para pedirle las razones de la esperanza. No se trata de conversiones o iluminaciones o arrepentimientos, sino de cultivar una fe (no existe otra expresión adecuada) en los valores y principios que caracterizan a nuestra civilización, y de reafirmar los fundamentos de una tradición de la que somos hijos, con la que hemos crecido, y sin la cual seremos todos más pobres.
Autor
Marcello Pera
Marcello Pera (Lucca, 1943) estudió filosofía en la Universidad de Pisa, donde ha enseñado Filosofía de la Ciencia desde 1976. Desde 1992 es catedrático de dicha universidad. En 1996 fue elegido senador, siendo reelegido en todas las elecciones desde entonces. Desde 2001 hasta 2006 fue Presidente del Senado italiano. Además de sus publicaciones sobre el método, la demostración y la argumentación científicas, es colaborador habitual de diferentes diarios y revistas de la prensa italiana. Es coautor, junto a Joseph Ratzinger (ahora Benedicto XVI) del libro Sin raíces.