Profeta de una nueva civilización
A partir de la publicación de la Provida Mater Ecclesia, la Constitución Apostólica que firmó Pío XII en 1947, querer ser santo en la propia profesión, a través de los pequeños detalles cotidianos, querer salvar al mundo desde él mismo, dejó de ser un mero deseo de almas piadosas y comenzó a tener cobertura jurídica. El P. Morales dedicó toda su vida, sus trabajos y sus días a provocar santos en medio de la sociedad (también surgieron cientos de religiosos, contemplativas y sacerdotes), directores de escena que organicen a los actores, que enseñen a improvisar, pero sólo cuando ya han captado perfectamente la esencia de su personaje y han aprendido a orientar rectamente hacia Dios y todas sus energías.
Esta riquísima personalidad, que se apagó el 1 de Octubre de 1994, va a ser analizada en doce folletos monográficos que nos han de explicar mejor qué fue de su vida y su doctrina.
Este volumen en concreto explora su perfil biográfico a través de una semblanza.
Autor
Javier del Hoyo
Javier del Hoyo estudió Filología Clásica en las Universidades Autónoma y Complutense de Madrid, donde se doctoró en 1986 con una tesis sobre La mujer en la epigrafía hispanorromana. Catedrático de Filología Latina en la Universidad Autónoma de Madrid, sus líneas de investigación son la epigrafía latina, donde tiene publicados más de cien trabajos de investigación, y el latín medieval, donde cuenta con dos libros traducidos y varios artículos. Ha colaborado durante veintiséis años en la revista Estar, donde ha publicado más de doscientos artículos, cuarenta relacionados con la figura y la obra del P. Tomás Morales. Profeta de nuestro tiempo fue su primera incursión en el mundo de la biografía, fruto de la amistad y de un interés muy particular por la figura y pensamiento del P. Tomás Morales SJ. En ella muestra cómo la rigurosa documentación no está reñida con la amenidad.
LIBROS RELACIONADOS
«Pearce consigue que la vida de Chesterton fluya con pulso de novela (...) Leer G.K. Chesterton. Sabiduría e inocencia es altamente recomendable, salvo que uno prefiera pasar su vida entre quejidos lastimeros y murmullos apagados»
(ver ficha)