En apariencia, era uno de esos clásicos viajes con que los ingleses acomodados pasaban el invierno, a la búsqueda de los vestigios de la cultura griega y romana. Un viaje en el que iban a la par la nostalgia por un pasado idealizado y el desagrado por un presente mucho más vulgar con sociedades azotadas por la pobreza y la dejadez. Sin embargo, John Henry Newman, inquieto clérigo anglicano y profesor en Oxford, supo encontrar luz más allá de las apariencias.