«Sólo una teología que se crece hasta la contemplación podrá reabrir de par en par tanto las fuentes de la vida contemplativa en la Iglesia como las fuentes de la predicación, si es verdad que predicar es el acto que hace comulgar a los oyentes y al apóstol en la contemplación del misterio. Sólo ésta puede definir lo que debe ser nuestra respuesta a la llamada del Espíritu».
El presente estudio lleva a «reencontrar, a la luz de la Escritura y de la tradición, la actitud de los Padres de la Iglesia y de los teólogos de la Edad Media: como enanos subidos a hombros de gigantes, hemos hecho nuestro su esfuerzo y hemos tratado de volver a pensar para nuestro mundo los fundamentos de la afirmación del misterio.
En adelante valoraremos mejor cuál es el desapego radical de nosotros mismos, cuál la pobreza y el espíritu de infancia evangélica que se nos exigen para volver a encontrar el sentido del ser, el sentido de la temporalidad apocalíptica, el sentido de misterio del Padre.
También hemos percibido mejor cuánta profundidad de contemplación del misterio se requiere de nosotros si queremos ser fieles al kairos de nuestro tiempo».
Autor
Marie-Joseph Le Guillou
Marie-Joseph Le Guillou o.p. (1920-1990) estudió con maestros como Congar, Chenu y Dumont en Le Saulchoir, donde fue profesor de Moral en las Facultades de Filosofía y Teología. Miembro del Centro Istina de París, por su experiencia en el ámbito ecuménico fue nombrado perito en el Concilio Vaticano II a partir del segundo período. Tras la clausura del concilio publicó El rostro del Resucitado (Encuentro 2012), una espléndida introducción teológica a la enseñanza del Vaticano. Fundador y primer director del Instituto de Estudios Ecuménicos del Institut Catholique de París, fue miembro de la Comisión Teológica Internacional y secretario de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre el sacerdocio en 1971. Amigo de Henri de Lubac, Hans Urs von Balthasar y Joseph Ratzinger, para afrontar la crisis de los años setenta del siglo pasado propone la recuperación de la lectura hermenéutica de la tradición católica en volúmenes como El misterio del Padre (Encuentro 1998), El Inocente (Monte Carmelo 2005), y Los testigos están entre nosotros. En 1974, con 54 años, una grave enfermedad le impidió continuar establemente su trabajo académico, no así la predicación y la formación de seglares y religiosas. Murió el 25 de enero de 1990 en el Priorato de Béthanie de las Benedictinas del Sacré-Coeur de Montmartre (Blaru, Francia), donde se había retirado en 1979. En esta casa se han publicado varias obras suyas de las que destacan Los testigos están entre nosotros(2013) y La Iglesia, luz en nuestra noche(2015).